“Creo en este país y en la gente que me rodea”. Historias de las personas que llevan diez años luchando por Ucrania
La Revolución de la Dignidad (también conocida como Euromaidán o simplemente Maidán), la ocupación rusa temporal de Crimea y de las partes de las regiones de Donetsk y Lugansk, la invasión a gran escala… Los ucranianos han vivido todos estos acontecimientos en los últimos diez años. Pero la cohesión, la fe y la unidad del pueblo desde 2014 se mantienen inquebrantables hasta hoy. En febrero de 2024, la sociedad sigue luchando por el país. Cada uno lleva a cabo su propia lucha en el ámbito en el que se considera más útil.
Este artículo trata sobre las personas que dedican su vida al país y a la lucha por la paz; los que se ofrecen como voluntarios, luchan, ayudan y se entregan a Ucrania.
Lesia Lytvynova
voluntaria, zapadora y fundadora de la fundación benéfica “Svoi”
Hasta 2013, Lesia trabajó como directora de cine, realizando documentales. En septiembre de 2013, se enteró de que estaba embarazada de su cuarto hijo y decidió tomarse un descanso, quedarse en casa y cuidar de su familia. Duró hasta el inicio del Euromaidán (las protestas comenzaron el 21 de noviembre de 2013, en respuesta a la decisión del Gobierno ucraniano de no firmar el Acuerdo de Asociación UE-Ucrania).
“Entonces quedó claro que era ahora o que no habría país. En febrero de 2014 parecía que no lo conseguiríamos, pero salimos adelante. Seguimos siendo obstinados porque ganamos a finales de febrero; nadie esperaba que la gente resistiera hasta el final. No tenían miedo y fue inesperado”, dice Lesia Lytvynova.
Después de que Rusia ocupara Crimea e invadiera las regiones de Donetsk y Luhansk en la primavera de 2014, fundó la fundación benéfica “Svoi” para ayudar a los desplazados internos procedentes del este de Ucrania.
“Cuando estalló la guerra tras Maidán (Rusia ocupó Crimea e inició las hostilidades en el este de Ucrania), era imposible no hacer nada. Tenía un bebé recién nacido. No podía ir al frente, así que empecé a ayudar a los desplazados internos”, recuerda.
Había problemas de logística, alojamiento y falta de atención médica y medicinas.
“Los contactos y conocidos que hicimos en Maidán nos ayudaron. Aprendimos a confiar y a depender unos de otros. Todo empezó con unas pocas personas y ayuda humanitaria en casa. Más tarde, encontramos un local más grande y registramos la fundación”, explica Lytvynova.
El concepto de nuestra fundación cambió rápidamente, adaptándose a las necesidades de la población y a la eficacia operativa. El equipo cambió de enfoque a medida que la necesidad de ayudar a los desplazados se hacía menos urgente.
“Seguimos ayudando a quienes habían huido y padecían de enfermedades graves. Así, desarrollamos una nueva área: oncología para adultos y cuidados paliativos (un enfoque que mejora la vida de los pacientes con enfermedades terminales), en particular la asistencia respiratoria”, explica Lesia Lytvynova.
Desde el año 2020, está inmersa en los problemas de los afectados por la COVID-19. La fundación proporcionó gratuitamente los concentradores de oxígeno a las personas que no podían ser ingresadas en los hospitales locales.
El 24 de febrero de 2022, cuando comenzó la invasión rusa a gran escala, Lesia trasladó a sus cinco hijos y a sus padres desde Kiev a un lugar seguro. El 25 de febrero, su marido y ella se alistaron como voluntarios en las Fuerzas Armadas.
Su hijo menor tenía entonces un año y medio. La mujer recuerda que lo más difícil de su servicio fue no ver a sus hijos.
“En aquella época, la guerra, las armas y el autoperfeccionamiento como combatiente tenían prioridad. Luego, hubo intentos de hacer al menos algo remotamente con la fundación, que siguió funcionando sin mí. Mi familia y mis hijos estaban por delante de todo, porque no hay nada más importante”, afirma.
En mayo de 2023, ella y su marido resultaron heridos cerca de Bakhmut. Lesia Lytvynova regresó con sus hijos por un tiempo.
“He tenido muchas oportunidades de abandonar el país en los últimos diez años. Podría haber vivido en algún lugar lejano y disfrutar de una vida tranquila, pero alguien ya ha garantizado la paz y la estabilidad allí.
Me interesa más construir un país aquí que irme y utilizar lo que otros han construido. Creo en este país y en el potencial de la gente con la que vivo”, afirma la voluntaria Lesia Lytvynova.
Ivan Hrozovskyi, nombre clave “Hroza”
soldado del grupo Sich de los Cárpatos, 206º Batallón de Defensa Territorial, licenciado en historia
Ivan nació en la región de Ivano-Frankivsk, al oeste de Ucrania. En 2012 se matriculó en la facultad de historia de la Universidad Nacional Precarpática Vasyl Stefanyk. El 22 de noviembre de 2013, como estudiante de segundo curso, participó por primera vez en las protestas de Ivano-Frankivsk. El 26 de noviembre, Ivan se unió a la Revolución de la Dignidad en el Maidán de Kyiv.
“Lo que más recuerdo es el 22 de enero: cuando llegué a Kyiv y me enteré de las primeras víctimas, oí el ruido de los escudos de la policía y sentí el temblor en las manos y las rodillas. Esa fue la primera vez que participé en los enfrentamientos de la calle Hrushevskyi (la calle de Kyiv donde tuvieron lugar las protestas) Durante las protestas del 18 al 22 de febrero (en esos días finales de la revolución, murieron más de 100 personas en Maidán), no estuve en Kyiv.”
“Me sentí culpable durante mucho tiempo por ello, así que cuando comenzaron las hostilidades en la región de Donetsk, no lo dudé”, recuerda Iván Hrozovskyi.
El hombre fue a la guerra por primera vez en julio de 2014, cuando tenía 19 años. Se alistó en el Cuerpo de Voluntarios ucraniano y fue enviado a un campo de entrenamiento militar, donde pasó cerca de un mes adiestrandose.
“No dudé mucho. Hice lo que me pareció correcto. Llamé a la línea directa de una de las unidades de voluntarios y me preguntaron si mis padres sabían adónde iba. Mentí y dije que sí. En aquella época, muchos jóvenes inventaban historias falsas para sus padres sobre dónde iban a pasar el verano. A los míos les dije que iba a la formación militar”, cuenta.
Al principio, Ivan fue destinado a vigilar los puestos de control de la región de Donetsk y, más tarde, al pueblo de Pisky, en la misma región. A principios de octubre de 2014, volvió a estudiar en Ivano-Frankivsk.
“Encontré gente afín entre los universitarios y creamos una ONG para la formación militar. Tuve experiencia en ejercicios militares y combate”, cuenta el soldado.
Después de 2014, tuvo dos rotaciones más al frente: en invierno y verano de 2017 en Shyrokyne, cerca de Mariupol, en la región de Donetsk.
“Tras un breve descanso, volví al trabajo. Empecé a hacer deporte, reduje el consumo de alcohol y me adapté rápidamente a la vida civil. El trabajo duro es una gran cura para el estrés que deja la guerra”, dice Ivan Hrozovskyi.
Trabajar para la ONG era esencial para su vida, y tenía que conciliarlo constantemente con sus relaciones personales.
“Hubo situaciones en las que tuve que sacrificar el tiempo con mi familia cuando había cosas importantes que hacer en la organización. A veces, era al revés, porque el trabajo constante llevaba al agotamiento. Fue duro, pero intenté mantenerme al día con todo lo que pude”, dice el soldado.
El 21 de febrero de 2022, pocos días antes de la guerra a gran escala, cuando el presidente ruso Vladimir Putin reconoció la independencia de las llamadas “LPR” y “DPR” (21 de febrero de 2022), Ivan y sus compañeros de armas vivían en su apartamento con el equipamiento militar preparado.
“Me comunicaron el comienzo de la guerra [a gran escala] a las 6 de la mañana del 24 de febrero de 2022. Desde entonces, la vida se ha dividido en un antes y un después. Nos dirigimos a Kyiv (el viaje duró tres días) y nos unimos a la defensa territorial de Kyiv, donde sirvo hasta hoy en día”, cuenta Hroza.
Realizó las misiones de combate en el pueblo de Horenka, cerca de Hostomel, en la región de Kyiv. Tras la desocupación de la región de Kyiv, la unidad fue trasladada a la región de Kherson. Después de su liberación parcial, el 206º Batallón de Defensa fue enviado a la región de Kharkiv y desde allí al distrito de Bakhmut.
Ivan subraya que su motivación para estar en Ucrania y luchar por el país no ha cambiado desde 2014.
“Hay un enemigo que quiere matarme y estoy yo que quiero protegerme. Todo está claro. El punto más bajo de mi motivación fue en 2017, cuando estaba en el frente, pensando que mi presencia en la guerra no solucionaba nada. Pero más tarde, las habilidades que adquirí durante la ATO resultaron útiles durante la invasión a gran escala”, afirma.
Actualmente, la mayor motivación de Ivan es la confianza en el camino que ha elegido. Es teniente junior y subcomandante de batería para el apoyo moral y psicológico.
“Por muy duro que sea física y psicológicamente, espero que nada me aparte de este camino. Soy un oficial de las Fuerzas Armadas de Ucrania. No abandonaré a mis hermanos”, afirma Hroza.
Yuliia Krasilnykova
voluntaria, directora ejecutiva de la fundación “Vostok SOS”
Yuliia es de Shakhtarske, en la región de Luhansk. Tras empezar sus estudios, se trasladó a Luhansk , en el este de Ucrania. Allí trabajó para varias organizaciones de derechos humanos y organizó actividades educativas y culturales para los jóvenes.
El 22 de noviembre de 2013 estuvo en Kyiv, donde presenció por primera vez las protestas del Euromaidán. Tras regresar a Luhansk, participó en las manifestaciones locales que también comenzaron a finales de noviembre. Sin embargo, también siguió viajando a Kyiv para asistir ocasionalmente al Maidán.
“En diciembre de 2013, empezamos a reunirnos todos los días en un pequeño grupo cerca del monumento a Shevchenko en Luhansk , tocando la música ucraniana y manteniendo los debates temáticos. Luego empezamos a experimentar con distintos formatos para hacer más visible la manifestación”, recuerda Krasilnykova.
A finales de diciembre se utilizó por primera vez la fuerza física contra los manifestantes cuando planeaban proyectar la película en una gran pantalla, y algunos de los participantes fueron golpeados y rociados con color verde brillante. La proyección no tuvo lugar.
“Al día siguiente, hicimos una proyección en la puerta de la administración regional. También allí nos atacaron. Nos lanzaron bombas de humo e intentaron echar agua sobre nuestro equipamiento. Fue una de las primeras manifestaciones tensas”, dice Krasilnykova.
En la primavera de 2014, Rusia ocupó temporalmente Luhansk . El 5 de mayo, Yuliia lanzó una iniciativa para apoyar a los activistas locales, y así se creó Luhansk SOS. Al principio, pusieron en marcha una línea directa y una página para las personas que habían sido golpeadas en concentraciones pro ucranianas. Cuando la situación empeoró, el equipo se trasladó a Kyiv.
“Empezamos a recoger ayuda humanitaria para los desplazados y abrimos una línea telefónica para informar a la gente sobre posibles formas de abandonar la zona de guerra. Así nació la fundación”, recuerda Yuliia.
Fue difícil acostumbrarse a una nueva vida en Kyiv debido al desplazamiento forzoso de su región natal. La actividad constante y el trabajo en la fundación ayudaron a Krasilnykova a afrontar la situación.
“Mi vida en los últimos diez años ha sido un Fénix que se ha quemado un millón de veces, ha resucitado y ha seguido dando vueltas. Para mí es importante seguir en esta historia, ayudar a la gente que ha sufrido y ser útil a mi región natal. No veo mi vida fuera de este trabajo”, afirma la voluntaria.
Al comienzo de la invasión rusa a gran escala, Yuliia y su equipo crearon una línea telefónica de ayuda a los desplazados internos y empezaron a comprar ayudas para las zonas de primera línea. Su experiencia en 2014 le ayudó, por lo que no percibió los sucesos de febrero tan agudamente como sus amigos que no fueron desplazados forzosamente.
Foto del archivo personal
“Nosotros (la fundación) hemos vuelto al punto de partida en 2014. Además de la línea directa, la ayuda humanitaria y la asistencia regional limitada, empezamos a trabajar en todo el país. También lanzamos una nueva dirección: la evacuación de las personas con movilidad limitada de las zonas de primera línea”, dice Yuliia.
Aunque recibió propuestas para irse al extranjero en 2014 y 2022, nunca ha querido abandonar Ucrania.
“Para mí es importante permanecer en este país. Me encanta. Me encanta la gente de aquí. A pesar de todo lo que me ha pasado, no quiero irme a ninguna parte. Me resulta difícil no hacer algo por mi región natal y por la gente que ha sufrido”, afirma Yuliia Krasilnykova.
Bohdan Brych
veterano, figura pública y activista
Bohdan Brych nació en Ternopil, donde ha vivido la mayor parte de su vida. En 2000 empezó a hacer negocios y a trabajar en el extranjero. Vivió dos años en el Reino Unido antes de regresar a Ucrania.
“En 2012, cuando Viktor Yanukóvich era presidente de Ucrania, pensé en abandonar el país porque no creía en ese gobierno. No quería hacer nada en Ucrania. En 2013, cuando empezó el Euromaidán, me quedé en Kiev hasta el final de la Revolución de la Dignidad”, cuenta Bohdan Brych.
El 18 de febrero de 2014, resultó herido durante los enfrentamientos con Berkut (la unidad especial de la policía que golpeó a los manifestantes), pero permaneció en Maidán con una venda en la cabeza hasta el 22 de febrero.
“Más tarde, me puse peor. Me llevaron a Ternopil y me ingresaron inmediatamente en la unidad de cuidados intensivos. Una herida de bala me fracturó el cráneo. Todavía me queda algo de metralla dentro”, recuerda el hombre.
Desde entonces, Bohdan ha participado en actividades sociales. Creó la ONG Maidán Ternopil con las personas afines de Euromaidán para luchar contra la corrupción, la deshonestidad y la construcción ilegal.
En 2015, los habitantes del pueblo de Hai-Shevchenkivskyi, cerca de Ternopil, le pidieron que fuera el jefe del pueblo. Aceptó y comenzó su carrera política, combinándola con el activismo hasta el año 2020.
“Quería promover los valores y las cosas que defendimos en Maidán. Empecé a ponerlos en práctica”, recuerda Bohdan Brych.
Cuando comenzó la invasión rusa a gran escala, se alistó inmediatamente en las Fuerzas Armadas Ucranianas, junto con sus amigos a los que conocía desde la infancia. Juntos pasaron por la Revolución de la Dignidad y, en 2022, lucharon en la misma brigada, sirviendo en las regiones de Donetsk y Kharkiv.
“El 25 de febrero de 2022, fuimos a la oficina de alistamiento militar con unos amigos. Éramos cinco. Crecimos juntos. Nos conocemos. Por eso fue más fácil pasar por cualquier dificultad”, dice.
Bohdan pasó más de un año en el este de Ucrania. Más tarde, resultó herido y regresó a la vida civil. Siguió participando en las actividades públicas, incluido el trabajo para la ONG Maidán. La organización cambió su enfoque para ayudar al ejército.
“Hoy, todas mis esperanzas están ligadas a la victoria, por lo que necesito trabajar constantemente no sólo en el campo de batalla, sino también en la retaguardia. Debemos ser activos y defender aquello por lo que luchamos”, afirma Bohdan Brych.
A pesar de su experiencia de vivir en el extranjero, este hombre nunca quiso quedarse allí. Quiere vivir su vida en su país.
“Tengo una gran fe en Ucrania. Nací aquí y no me veo en ningún otro país. Debemos restaurar y desarrollar Ucrania, nuestra patria”, afirma Bohdan Brych.
Escrito por Kateryna Vovk
Traducido por Taisiia Blinova